su obra
La incursión de Carlos Silva en las artes plásticas fue a través del arte Figurativo. Mientras estuvo estudiando en el taller de Vicente Puch, Carlos Silva realizaba un dibujo realista de un modelo que en vivo posaba para los estudiantes. En ese momento él creía que a través de la copia de un objeto se podía conocer a éste tal cual es. No tardó demasiado tiempo en darse cuenta de su capacidad de creación y su talento innato para la pintura, y así al cabo de tres meses empezó a investigar y pintar por su cuenta. En esos momentos Carlos Silva dijo “...No dudé en ningún momento en dejar de lado cualquier instrucción académica, estaba decidido, brutalmente decidido...”.
Su retiro del taller de Vicente Puch coincidió con una exposición cubista en el MNBA en 1949, donde descubrió las pinturas de Braque y Picasso. Esta nueva forma de observar los objetos y personas le llevó a cuestionarse el papel del arte Figurativo. Es aquí donde comienza a sumergirse en lecturas teóricas sobre el Cubismo y otros movimientos emergentes. Sus nuevas inquietudes surgieron también gracias a los escritos de Kandinsky, Mondrian y Tomás Maldonado. La primera obra cubista de Carlos Silva fue una copia de una pintura de Pablo Picasso, “El retrato de Gertrude Stein”. Estaba fascinado por la composición de los cuadros cubistas, donde el enfoque se centra en el fraccionamiento de cada plano. Aquí utilizaba papel y obtenía diferentes calidades de texturas gracias a la mezcla de óleo con aglutinantes.
Pero Carlos Silva logra su madurez como artista cuando, influenciado por la Abstracción Geométrica y el Constructivismo, lleva todas sus creaciones al plano de lo racional para así lograr la síntesis y abstracción de cada elemento que da forma a una obra. Motivado por Mondrian y Kandinsky, comienza a utilizar las figuras geométricas fundamentales, como los rectángulos, cuadrados, círculos y triángulos, de forma rigurosa. Las creaciones de esta etapa son producto de la imaginación del autor y no pertenecen al mundo real. Empieza a experimentar con el color y la perspectiva siempre guiado por una coherencia de pensamiento. Los recticulados y franjas lógicas de puntos aparecen en sus obras creando la sensación de espacio y perspectiva. Es aquí donde fluyen las composiciones de puntos en dirección a un eje, agrandándose en una dirección única. Formas cóncavas y convexas ayudan a seguir creando volumen y espacio. Carlos Silva fue, además, un un topólogo del espacio, en el que experimentaba transitando por el papel y la madera. Entre los elementos que utilizaba para pintar se encuentra el aerógrafo, que da la sensación de que las formas giran y se vuelven difusas en el papel. Carlos Silva logró crear un clima rigido y severo en cada cuadro gracias a las tonalidades opacas y rugosas logradas en muchas de sus obras. En la última década de trabajo, el artista comenzó a utilizar mas a menudo el acrílico y los colores pasteles.
En esta etapa Carlos Silva descubre en las matemáticas el rigor técnico necesario para lograr la sensación de espacio, perspectiva y movimiento que buscaba a través de sus formas geométricas. El matemático Henri Poincare le reveló el concepto de que la naturaleza se reduce en su esencia a las figuras geométricas. Y fue así como Carlos Silva comenzó a componer una progresión aritmética compuesta por una regla de tres sobre raíz cuadrada. Gracias al empleo de las matemáticas, comienza a aparecer un reticulado en el papel que servía como estructura para distintas lineas de puntos.
A medida que fue profundizando su teoría y prácticas, aparecieron las tramas de puntos y diversas formas que se expandían desde un punto central hacia el infinito. En palabras del autor “…Mis experiencias dentro del campo de la pintura están dirigidas a lograr una sistematización de ciertos fenómenos plásticos que surgen sucesivamente como reacciones propias de un entrenamiento, basado no sólo en los elementos formales del cuadro, sino aprovechando las posibilidades íntegras del ser humano. Es decir, una conjunción de lo inteligente, lo intuitivo, lo sentimental, lo racional, tanto interior, como de la realidad exterior del artista…”.
Luego, en 1965 se le reconocen sus descubrimientos y brillantez en las artes plásticas y le es entregado el Premio Nacional Torcuato Di Tella. Giulio Carlo Argan, uno de los jueces del Premio, destacó la originalidad del trabajo de Carlos Silva y resaltó que éste se adelantó un anio a Vasarely y sus producciones de series de puntos desplazados hacía el infinito.
En toda la obra de Carlos Silva se observa teoría y racionalidad. Sin embargo, el artista nunca dejo de lado sus emociones e intuiciones, y logró que se plasmaran en cada cuadro a través del juego que creó entre color y forma. Siempre desafió fuertes tradiciones en cada aspecto de su obra, trabajaba cada cuadro horizontalmente sobre una mesa en lugar de un atril y decía “eso explica que mis cosas no tengan gravedad, ni tampoco arriba y abajo. Tal ubicación permite además que no chorree la pintura”. El mismo repetía “no busco premeditadamente la prolojidad. Si se da, mejor. Yo pinto un poco al modo rústico de los norteamericanos, tan opuesto a los primores del europeo”.
Detrás de cada etapa de su carrera artística, se observa la investigación rigurosa y la experimentación exhaustiva, en ningún momento el artista trató de seguir tendencias en el campo del arte. Todo fue resultado de una búsqueda personal que llevó a Carlos Silva a crear una de las colecciones de pinturas más destacadas de la Argentina, reconocida por su originalidad, precisión y pureza.